Leyendo Las cuatro estaciones de Stephen King, he encontrado algo que me ha recordado lo que escribí allá por marzo sobre el acto de creación literaria y que denominé onanigrafismo. Concretamente, el señor King, por boca de Gordon, dice en El otoño de la inocencia. El cuerpo, que el acto mismo de escribir es algo que se hace en secreto, como la masturbación (The act of writing itself is done in secret, like masturbation).
También he encontrado en ese mismo relato de El otoño de la inocencia un diálogo bastante iluminador sobre los famosos finales de Stephen King. En los comentarios de Ecce homo, insanus hacía a ellos referencia Antonio Rentero a propósito de Cell, que no es el único libro de King cuyo final nos deja con ganas de algo más, pero es un buen final abierto que deja el campo libre a la imaginación, algo que no ocurre con los finales de otras novelas, que quedan cerradas pero dejan con una mueca en la boca, como diciendo: “Al final se le fue la olla...”, algo que fácilmente podemos ejemplificar con el final de It: todo el libro es una maravilla, el desarrollo narrativo es fabuloso, pero al final..., con el tema de la araña y tal..., pues eso: se le fue la olla.
El fragmento al que me refiero aparece justo después de que Gordon les cuente a sus tres amigos una de sus historias:
«-Vaya, está bien, estupendo. ¿Y qué ocurrió luego? -preguntó con gran interés Teddy.
-No sé.
-¿Qué quieres decir con lo de que no lo sabes? -preguntó Teddy.
-Pues que termina así. Cuando no sabes lo que pasa, pues ése es el fin.
-¿Queeeeé? -gritó Vern. Su expresión era de disgusto y recelo, como si se sintiera timado-. ¿Qué majaderías estás diciendo? ¿Cómo podría terminar?
-Has de usar tu imaginación -dijo Chris pacientemente.
-No, de eso nada -dijo Vern furioso-. Es a él a quien le corresponde usar la suya. Él se inventó la maldita historia, ¿no?
-Claro. ¿Qué le ocurrió al tipo? -insistió Teddy-. Vamos, Gordie, cuéntanoslo.
-Creo que su padre estaba en el concurso y que cuando volvió a casa le dio una buena tunda.
-Ya, claro -dijo Chris-. Apuesto a que fue exactamente eso lo que sucedió.
-Y -añadí- los chicos siguieron llamándole Gordinflón, excepto algunos que empezaron a llamarle también Echa-las-Tripas.
-Pues vaya un final -dijo Teddy, con tristeza.
-Por eso no quería yo contároslo.
-Podrías haber hecho que disparara contra su padre y se largara y se uniera a los Rangers de Tejas -dijo Teddy-. ¿Eh? ¿Qué tal ese final?
[...]
-Bueno, no estuvo nada mal -dijo Teddy-. En realidad, hasta el final es buena. Todo eso de las vomitadas es realmente bueno.
-Sí, es bueno, estupendo en realidad -convino Vern-. Pero Teddy tiene razón en lo del final. Resulta como una especie de timo.
-Ya -dije, y suspiré. »
(Stephen King: Las cuatro estaciones: El otoño de la inocencia. El cuerpo, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1983, pp. 124-25)
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