«Aun la creencia de que las señales de comunicación animal se desarrollaron originalmente para fomentar el beneficio mutuo y luego, más adelante, fueron explotadas por partes malévolas, es demasiado simple. Bien puede ser que toda comunicación animal contenga un elemento de engaño desde el principio, ya que toda interacción animal involucra, por lo menos, algún conflicto de intereses. El siguiente capítulo nos presenta un vigoroso concepto relacionado con los conflictos de intereses analizados desde un punto de vista evolutivo.»
(Richard Dawkins: El gen egoísta. Las bases biológicas de nuestra conducta, Barcelona, Salvat, 2002, p. 85)
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