No suelo escribir acerca de este tipo de eventos, pero hoy haré una excepción. He asistido a un par de mesas redondas esta tarde, una a las 18:00 y otra a las 20:00 h., en la Carpa que han instalado en Santo Domingo. Se trataba del teatro.
También se trataba del frío, porque llegó un momento en que mis pies dejaron de ser míos y empezaron a formar parte de la fría losa enmoquetada, y no era algo que me afectase a mí en exclusiva: todos los asistentes tenían puestos los abrigos: desde el fondo de la carpa, las sillas parecían percheros.
En la primera mesa redonda se ha elogiado el desusado arte de leer teatro, aunque creo que no era necesario tal elogio ante el auditorio allí congregado: los que hemos ido ya lo leemos, pero la intención es lo que cuenta.
La segunda mesa redonda era la que más prometía: tres dramaturgas han venido a hablar sobre su obra y su trayectoria en el mundo del teatro: Carmen Resino, Paloma Pedrero y Antonia Bueno. No voy yo a reproducir lo que han dicho, pero sí quiero destacar los últimos cinco minutos del encuentro, que han sido los que, sin duda, más interés han levantado en el público, porque la mesa redonda se ha convertido en un cuadrilátero.
Paloma Pedrero ha respondido a una pregunta del auditorio, considerando que la culpa del pequeño papel de la mujer en el teatro se debe al predominio del hombre, o algo así: los jurados de los premios están compuestos por hombres, y éstos prefieren una obra dramática sobre dos soldados antes que una obra dramática sobre la maternidad [pero pensaba yo: ¿De qué trata Yerma, de García Lorca?], y que prefieren llamar a un amigo para representar antes que a una mujer, porque los hombres, ha venido a decir, se cubren las espaldas, son muy colegas entre ellos.
Ante esta opinión, Carmen Resino ha disentido: si la mujer no tiene éxito en el teatro se debe a que todo depende de que tengas amigos en el poder, y si no los tienes, no representas. Ha añadido que ella es autora teatral, le gusta escribir, y a eso dedica su tiempo, y no a ir detrás de la gente para organizar representaciones.
Viendo lo que se avecinaba, la Profesora Virtudes Serrano, ejerciendo su papel de moderadora, ha intentado mediar en la disputa ofreciendo datos acerca de la ausencia de las dramaturgas en los manuales de Literatura, a pesar de que vienen estrenando sus obras desde los años veinte más o menos ininterrumpidamente. Sin embargo, el debate ha seguido un poquito más.
Paloma ha rebatido: que ella no tiene amigos en el poder y que estrena, y que, además, también están los teatros privados…
Y Carmen: sí, pero los teatros privados funcionan con subvenciones, y ningún empresario mueve un dedo si no tiene la subvención… Y que ella, a diferencia de Paloma, no tiene un promotor que mueva la maquinaria que hace falta para llegar a las tablas.
Los aplausos del público, todo hay que decirlo, se los ha llevado Carmen.
Ha sido un pequeño rifirrafe entre dos dramaturgas que ha hecho que mis pies entrasen en calor, lo que ha permitido que ellos se reintegrasen en mi cuerpo y que yo pudiera echar a andar en busca de una estufa.
P.D.: Siento no poder transcribir las palabras exactas de las autoras. He observado que había varios estudiantes tomando notas: si alguno lee esto y le interesa, me las puede pasar y rescribo el combate dialéctico.
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