Hace exactamente siete años murió Lolo Ferrari. Quizá decir que murió no sea correcto: más apropiado sería decir, según he leído, que la mataron, porque no es lo mismo morirte que te maten.
Yo, personalmente, no tenía conocimiento hasta hace bien poco de la existencia de esta persona y, al ver su nombre, pensé que sería el tipo de los carros, pero no: era la tipa de las tetas; bueno, de las tetas y de los labios, de los pómulos, de la nariz..., así hasta sumar 25 operaciones de cirugía estética 25 que se hizo la mujer, que pasó de ser de carne y hueso a ser de silicona, carne y hueso, y no sabría decir cuál de estos materiales ocupaba la mayor parte de su cuerpo.
Se dedicaba al cine, pero al cine de la antepenúltima letra del abecedario, que también es cine, aunque haya gente que no lo considere tal. De hecho, en este post voy a defender que el cine X es la máxima expresión artística de este séptimo arte.
Empezaré por su misma denominación: cine X. La equis ya nos indica que no se sabía cómo denominarlo dada su cualidad asombrosa: se trataba de un caso tan inaudito que no hubo más remedio que recurrir a la pura matemática y tomar el nombre de la incógnita para nominarlo.
Además, la elaboración de las películas equis roza la perfección: con una mínima cantidad de palabras se construyen unas tramas prodigiosas en las que la sucesión de los hechos lleva, infaliblemente, a la felación, al breve cunnilingus -en su caso-, y a la penetración, hasta llegar, eso sí, al orgasmo de todos los personajes implicados en la historia, incluido en ocasiones el cámara, con un juego metafílmico extraordinario, pocas veces visto en el cine.
Y advierta el lector que hablo de personajes, no de actores, porque en este tipo de cine se tiende a confundir actor con personaje, y ése es uno de los grandes fallos del público lujurioso, una errónea visión de este espectáculo fílmico. Y lo digo porque si no se tiene este aspecto en cuenta se puede confundir la ficción con la realidad, y es ésta la causa de que haya personas, principalmente del sexo masculino (ya iba a decir del género...), que, tras visionar varias películas de esta especie cinematográfica, se quedan como Don Quijote, y salen a la calle y sólo ven féminas dispuestas a saciar sus extremados apetitos sexuales en cualquier lugar y contexto, ya sea en el supermercado, en el hospital, en las aulas, en el autobús, en las bodas, en los bautizos, en las comuniones, en los conciertos de rock, etc. Hasta en los funerales.
Éste es, en fin, uno de los grandes logros del cine X: que es capaz de instalar la ficción, la fantasía y la imaginación desmedida en el mundo real.
3 comentarios:
No lo había visto desde ese punto de vista. Jeje. Muy bueno este 'post'.
Saludos, Jm.
Una vez quedaron unos amigos mios para ver una peli X. Yo no fuí, porque no había visto las nueve anteriores.
Gran argumentación, hasta casi me la creo jajajajajaja!
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