El diccionario a veces nos limita, nos constriñe. En sus entrañas no caben todas las posibilidades que nos ofrecen la lengua y el olfato.
Se nos viene a la mente una palabra, dudamos de su existencia (¡dudamos de su existencia!) y recurrimos al diccionario, pero no la encontramos, no aparece por ningún sitio. La palabra no está. ¿Acaso no existe? Sin duda, existe, pues la hemos pensado, y ya se sabe: “pienso, luego existo”, de donde deducimos que existe porque la pensamos.
Inmediatamente después nos planteamos: ¿Existiría si no la hubiéramos pensado? Sin duda, existiría, pues alguien la habrá pensado, y en caso de que nadie la haya pensado, ya la pensará alguien. Eso sí: como nadie la haya pensado y nadie la piense, no existirá: será una palabra inexistente.
Por ejemplo: se me viene a la lengua la palabra ‘noctífago’, dudo de su existencia (¡dudo de su existencia!) y recurro al diccionario: no la encuentro, etcétera.
También pienso si existiría en caso de que no la hubiera pensado, y recurro a google: la encuentro: al menos dos personas habían pensado la palabra noctífago. Voy más allá y la derivo: noctífagos (3), noctífaga (1), noctífagas (0).
No puedo, sin embargo, ofrecer un ejemplo de palabra inexistente: en cuanto la dijese, comenzaría a existir.
2 comentarios:
¡¡¡Excelente, sencillamente excelente!!!
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Saludos!!1
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