Dentro de 13 días cumple un año El burdel del delirio (lo que acabo de hacer lo denominaremos egoenlace):
Un buen momento para hacer una autorreflexión, dado que me la hago yo a mí mismo sin poder evitar hacérmela, qué le vamos a hacer, es lo que tiene esto de escribir: más que nada, y ante todo, es un acto incontenible, irresistible e irrefrenable, egocéntrico, egolátrico y egoísta, lo que no significa que no tenga en cuenta al lector, como por ejemplo a la Txoma, que sé que está ahí: sé que estás ahí tomando un poco de oxígeno para volver a sumergirte en los océanos de las historias de la Historia, momento éste de lectura delirante que aprovecharás para fumarte, en ausencia de las aguas inmensas en las que buceas, otro cigarro. No significa, decía, que no tenga en cuenta al lector, pero también decía que la escritura es, ante todo, onanigrafrismo.
Es evidente que tengo en cuenta al lector: la simple referencia al mismo así lo pone de manifiesto. Sin embargo, esta evidencia es falsa, aparente. El lector está ahí: tú estás ahí. Pero quien está aquí, escribiendo, soy yo. Y éste es mi mundo, aquí son mis reglas, pero para darte alivio te diré que nada te prohíbo: puedes imprimir todo lo que he publicado en este blog y echarlo a la chimenea, pero no te olvides de encenderla. Con sólo esa afirmación te parecerá evidente que no pongo normas, pero esa evidencia también es falsa, una quimera. Sólo hay una norma: tienes que leer, lo cual, por lo demás, es una obviedad, puesto que si no lees no serás el lector al que no tengo en cuenta.
En cualquier caso, todo son palabras, palabras, palabras.
Cuando escribo, sólo pienso en el texto que construyo, porque eso es lo que hago: construir textos. Y como éste, a falta de trece días, es el del aniversario del blog, hablaré de los textos que aquí publico.
Vaga tipología de los textos publicados en El burdel del delirio (egoenlace):
a) De construcción rápida: textos que escribo en cero coma.
b) De construcción lenta: textos cuya elaboración requiere un tiempo más o menos largo, que podríamos acotar así: entre una hora y pico y muchas.
c) De construcción única: textos que escribo de una vez, que publico y que ahí se quedan. La mayoría de estos suelen ser del tipo a).
d) De construcción progresiva: textos que escribo de una vez y que, ya publicados, sufren progresivas modificaciones, que pueden ir desde una hasta muchas. Los textos de este tipo suelen ser también del b).
¿Qué me llevó a hacer el blog? Hay que dejar claro que la culpa de que esto exista es de Jony. Yo sólo quería dejarle un comentario. Y después de eso pensé: “Bueno, ahora me haré, además de ególatra incontenible, egocéntrico irresistible y egoísta irrefrenable, exhibicionista, y cualquiera podrá ver mis atributos textuales”. Así que, en vez de guardar en el cajón de mi escritorio los trozos de papel usado en los que escribía, y en vez de guardar en un archivo punto doc lo que escribía en el ordenador para darle un respiro a la mano, y en vez de tirar algunos escritos a la papelera, empecé a exhibir, a publicar, muchas de las cosas que escribo, aunque también es cierto que escribo cosas que, de no tener el blog, no escribiría, algunas de las cuales deberían estar en la papelera, aunque fuera en la de reciclaje.
Sin embargo, esas cosas sobre las que escribo y que, de no tener el blog, no escribiría se clasifican así: a) y c), es decir, son textos de construcción rápida y única, así que, lector ausente, no esperes encontrar ahí ningún tipo de arte. Conexiones extrañas, sí; juegos de palabras, también; algunos delirios, por supuesto; pero arte, no.
Si algo de lo que escribo cabe dentro del concepto de arte -más abierto hoy en día que las entrañas de la en todo el orbe conocida Señora Bernarda-, lo encontrarás en la categoría ‘Poesía’, entendida como poiesis, creación. Todos los textos contenidos en esta categoría son del tipo b) y d): de construcción lenta y progresiva, y existirían al margen de la existencia del blog. Observarás, lector anónimo, que no magnánimo, que en ninguno de esos textos te mento: no te menciono: en ellos estás omitido, no existes, no estás textualmente configurado, porque si algo eres, eres un par de palabras entres las cientos y miles que escribo. Sé que es duro: habrás de soportarlo.
Sin embargo, no puedes quejarte: yo no soy mucho más que tú. Quiero decirte que aquí, en el texto, yo soy un pronombre, igual que tú. Fuera del texto soy el creador, pero desgraciadamente no tengo muchas más formas de manifestarme. De hecho, se puede dar y se da el caso del plagio, en el que el lector cree que el autor es Fulano, pero Fulano no es el autor, sino el plagiador: el autor es Mengano, pero qué más da: el texto no necesita a Mengano para vivir. Funciona perfectamente al margen de la existencia de su autor, y lo que el texto nos diga sobre éste no tiene por qué ser verdad: nos conformamos con que sea verosímil, con que no tenga incongruencias, y en caso de que el texto sea incongruente le exigiremos que sea congruentemente incongruente.
De todas formas no te creas, lector fingido, que la posibilidad que ofrece Internet de que participes en los procesos de creación es nueva: ya en el siglo XIX había lectores que escribían a los autores para comentarles y sugerirles acerca de las novelas que publicaban por entregas, llamadas folletines. Incluso, más allá del folletín, y si mal no recuerdo, o si no se lo inventa mi imaginación, Arthur Conan Doyle se vio obligado, tras hacerlo morir, a resucitar a Sherlock Holmes ante la desmedida reacción de sus lectores.
Para terminar -aunque puede que este texto, que ahora mismo es del tipo a) y c), se convierta en uno del tipo b) y c) si vuelvo a meterle mano-, recuerda, extinto lector, las palabras de quien fue, no diré grande, sino todo poeta:
“Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos, para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir”.
Con estas palabras de Girondo estoy de acuerdo en parte, porque yo creo que el creador, además de escribir porque no puede dejar de hacerlo, escribe para darse una satisfacción, un placer, para gozar y deleitarse a sí mismo: no es que escriba para sí mismo, sino para satisfacerse a sí mismo, y por eso he compuesto el vocablo onanigrafismo: con él denomino el acto de creación literaria.
Escribo por instinto y por placer.